CHICAGO, 30 de julio de 2025 — El futuro de los Chicago White Sox ha tomado un giro controvertido. La franquicia anunció que está explorando activamente la posibilidad de abandonar el Guaranteed Rate Field y trasladarse a un nuevo estadio de $2 mil millones en el sur de Chicago, específicamente en el desarrollo urbano conocido como “The 78”.
Este movimiento, sin embargo, ha despertado tanto entusiasmo como resistencia. El plan contempla al menos $1 mil millones en fondos públicos, una propuesta que ha sido duramente criticada por legisladores estatales y por sectores de la comunidad local. “Tenemos necesidades urgentes en salud, transporte y educación. No podemos priorizar un estadio de béisbol”, declaró el gobernador J.B. Pritzker, quien anticipó su oposición al financiamiento estatal.
El propietario del equipo, Jerry Reinsdorf, ha sido señalado como el principal impulsor del proyecto. Algunos analistas lo acusan de utilizar la amenaza de mudanza como una estrategia para conseguir subsidios. “Es una táctica vieja: o me dan lo que quiero, o me voy. Pero los ciudadanos ya no caen tan fácilmente”, expresó la columnista deportiva Mina Delgado.
Al mismo tiempo, ha surgido un nuevo actor en escena: el magnate Justin Ishbia, dueño de los Phoenix Suns de la NBA, estaría interesado en adquirir una participación mayoritaria en los White Sox y relanzar el proyecto desde una perspectiva más moderna y ambiciosa. “Chicago merece un equipo competitivo y una visión del siglo XXI. Eso es lo que quiero aportar”, dijo Ishbia en una entrevista para Sports Business Journal.
Para los aficionados, la posibilidad de dejar el sur de Chicago —zona históricamente vinculada al equipo— representa una ruptura emocional difícil de aceptar. “Los Sox son parte del alma del South Side. No pueden irse así como así”, afirmó Clarence Davis, fanático de 63 años.
Pese a las controversias, la ciudad de Chicago aún evalúa los posibles beneficios económicos del desarrollo, que incluiría áreas comerciales, restaurantes y espacios comunitarios. No obstante, expertos urbanistas han advertido sobre el riesgo de gentrificación y desplazamiento de residentes.
La decisión final podría definirse en los próximos meses, pero el debate ya ha abierto una grieta entre las autoridades locales, los aficionados, los inversores y la directiva del club. Una cosa es segura: el futuro de los White Sox ya no se juega solo en el diamante.