La Fórmula 1 atraviesa una nueva ola de tensión institucional, alimentada por declaraciones explosivas, rumores de fichajes inesperados y una creciente desconfianza hacia el liderazgo de la FIA. El viernes por la noche, Toto Wolff, director de Mercedes, lanzó una frase que sacudió el paddock: “Si aparece Horner en la FIA… estoy jodido”.
La frase, pronunciada con un tono de aparente humor, esconde una preocupación real: la posibilidad de que Christian Horner —actual jefe de Red Bull Racing y figura controvertida tras múltiples escándalos internos— se integre a la estructura de gobierno del automovilismo. “Hay conversaciones en el aire, varios equipos están interesados en tenerlo para 2026. Pero si llega a la FIA, sería un problema serio para todos”, agregó Wolff durante una entrevista que se viralizó rápidamente entre medios y redes.
Este escenario añade una capa de tensión a una temporada ya marcada por conflictos políticos, sospechas sobre la imparcialidad del ente regulador y un clima general de descontento entre los pilotos. La figura de Mohammed Ben Sulayem, presidente de la FIA, ha sido blanco de severas críticas desde hace meses, pero el nuevo capítulo con Horner podría convertirse en un punto de quiebre.
George Russell, actual director de la Asociación de Pilotos (GPDA), fue otro que alzó la voz. Luego de que la FIA revirtiera discretamente una norma sobre lenguaje inapropiado en las radios de carrera, Russell disparó: “Todo esto ha sido muy sospechoso. No nos consultaron nada. Nos enteramos por los medios. ¿Esa es la transparencia que promueven?”
Lewis Hamilton también se sumó a la ola de inconformidad. “El reglamento ha sido un desastre. Nos han impuesto normas sin explicaciones, sin diálogo. Esto no es una dictadura, se supone que es un deporte de equipo”, declaró el siete veces campeón del mundo, visiblemente molesto tras los cambios recientes en el código de conducta.
Max Verstappen, campeón vigente y protagonista habitual de las comunicaciones más “picantes” por radio, no se quedó atrás: “Lo que hicieron con esas normas fue absurdo desde el principio. Ahora dicen que son más flexibles, pero apenas es el comienzo. Quieren controlar demasiado”.
El malestar no se limita a los pilotos. David Richards, presidente de Motorsport UK, amenazó con tomar acciones legales contra la FIA por la imposición de acuerdos de confidencialidad que obligaban a los miembros del Consejo Mundial del Deporte Motor (WMSC) a guardar silencio absoluto bajo pena de multas de hasta 50,000 euros. “Esto va en contra de todo principio de transparencia. Si los órganos de decisión no pueden hablar, estamos ante una estructura autoritaria”, declaró a medios británicos.
Las tensiones se producen en la antesala de una segunda mitad de temporada donde se definirán contratos clave y se sentarán las bases del nuevo reglamento técnico para 2026. La especulación sobre el futuro de Horner, quien aún enfrenta cuestionamientos éticos tras una investigación interna en Red Bull, pone en jaque la percepción de imparcialidad de la FIA.
Aficionados, expertos y miembros de la prensa han encendido las alarmas. El periodista británico Will Buxton lo resumió así: “El deporte está caminando sobre una cuerda floja institucional. Si se rompe, el espectáculo se verá afectado y la credibilidad del campeonato también”.
En resumen, la F1 no solo vive batallas en la pista: fuera de ella, se libra otra contienda entre egos, poder e intereses ocultos. La llegada de Horner a la FIA podría redefinir el equilibrio de fuerzas en la cúpula del automovilismo. Y como ya lo advirtió Wolff —con sorna o con miedo—: “si eso pasa, muchos van a empezar a mirar por encima del hombro”.