FÓRMULA 1 ENVUELTA EN TORMENTA: BEN SULAYEM ACUSADO DE MANIPULACIÓN Y REPRESIÓN INTERNA EN LA FIA

La Fórmula 1 vuelve a estar bajo fuego, y esta vez no por incidentes en pista, sino por las graves acusaciones que apuntan directamente a la cúpula de la FIA. El presidente del organismo, Mohammed Ben Sulayem, enfrenta una ola de críticas por supuestas prácticas de manipulación, intervencionismo y represión institucional al interior del ente rector del automovilismo mundial. Lo que comenzó como rumores ha evolucionado hacia una serie de reportajes y denuncias internas que dejan al descubierto un sistema de poder autoritario y opaco.

Según informes publicados por The Guardian, BBC y AP News, Ben Sulayem habría interferido de forma directa en decisiones técnicas y logísticas durante eventos clave del calendario de F1, incluyendo el controvertido Gran Premio de Las Vegas 2023 y el circuito de Yeda en Arabia Saudí. Fuentes dentro de la FIA aseguran que el presidente ordenó “modificar decisiones de seguridad previamente acordadas”, poniendo en entredicho la autonomía de los directores de carrera y los comisarios.

La situación escaló cuando el presidente habría presionado personalmente para retener la homologación de ciertos circuitos, desestimando recomendaciones de los inspectores técnicos. Estas interferencias han sido calificadas como “graves atentados contra la integridad deportiva y la independencia técnica” por miembros del propio Senado de la FIA, órgano que ha visto disuelta su influencia desde 2024.

Uno de los episodios más explosivos ocurrió a finales de 2024, cuando varios miembros de alto rango fueron despedidos o desplazados por cuestionar las decisiones del presidente. Entre ellos se encontraba la directora de sostenibilidad y diversidad, Sacha Woodward Hill, quien fue cesada sin explicación pública. La ejecutiva dejó un mensaje fulminante en su carta de despedida: “Espero que algún día esta organización valore la transparencia, la equidad y el papel de las mujeres en la toma de decisiones.”

Otra figura clave que salió abruptamente fue Toni Cowan-Brown, parte del Comité de Igualdad e Inclusión, quien denunció que la FIA se ha convertido en “un entorno de censura constante, donde disentir es sinónimo de exilio profesional”. Las salidas se produjeron en medio de la implementación de una política de “reestructuración interna”, promovida por el propio Ben Sulayem y justificada como “una optimización del funcionamiento administrativo”.

El escándalo se amplió aún más cuando se revelaron correos filtrados entre Ben Sulayem y miembros del Consejo Mundial del Motor, donde se evidencian instrucciones para retrasar investigaciones sobre equipos específicos y evitar “daños de imagen innecesarios”. Esto ha desatado sospechas sobre favoritismo hacia ciertas escuderías, en especial durante la polémica de Red Bull en 2024, cuando se omitieron sanciones en medio de investigaciones internas aún sin resolver.

Organizaciones independientes como Transparency International y el Foro de Ética Deportiva Global han emitido comunicados cuestionando el liderazgo de la FIA, aludiendo a la “erosión de la gobernanza democrática” y la “inexistencia de mecanismos de contrapeso internos”. La GPDA (Asociación de Pilotos de Grand Prix), por su parte, ha exigido una revisión estructural inmediata, con George Russell declarando: “Los pilotos merecen garantías de que las decisiones sobre nuestra seguridad y nuestra carrera no estén motivadas por caprichos o intereses personales.”

Pese a la presión, Ben Sulayem ha negado categóricamente cualquier irregularidad. En una declaración reciente a Motorsport.com, afirmó: “Estoy comprometido con una FIA más fuerte y unificada. Las decisiones que tomo están pensadas para proteger el deporte, no para servir a agendas ocultas.” Sin embargo, voces dentro del paddock consideran estas palabras como vacías y calculadas. Como comentó de forma anónima un exalto funcionario de la FIA: “Esto ya no es un ente regulador. Es un palacio en el desierto.”

Mientras las investigaciones continúan y se espera un informe independiente a finales de este verano, el legado de Ben Sulayem y la credibilidad de la FIA cuelgan de un hilo. La Fórmula 1, cada vez más expuesta al escrutinio mediático y comercial, parece enfrentar no solo curvas en la pista, sino también en los pasillos del poder.

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